馃寵 Crónicas de la Nómade Estelar
*English Below* Entrada I: El Dragón del Tejido Cósmico
Por Romina T. ~ Aurora P.
La mayor parte del tiempo siento que no pertenezco a ningún lugar, y sin embargo, hay días en los que me siento parte de todo.
Días en los que el mundo se vuelve piel, los sonidos se estiran como hilos y las formas respiran desde adentro.
Fue una tarde suave, con nubes lentas viajando hacia el este. El aire traía consigo esa brisa de montaña que limpia y revela. Caminaba por la calle principal de mi pueblo, buscando a Sarah. Llevaba música medicina en los oídos. No recuerdo la canción exacta, pero el pulso estaba tan vivo que marcaba mis pasos, como si me enseñara a caminar de nuevo. Las colinas se alzaban y caían como emociones. Cada subida me recordaba que el cuerpo también sostiene, también canta.
Había perfumes de flores sin nombre flotando en el aire, mariposas y pájaros danzando en espirales suaves, gatos curiosos en las ventanas, niños en bicicleta, ancianos con bastones que marcaban un ritmo antiguo en la tierra. Todo latía con un tempo invisible. Y yo sentía que, por fin, estaba en la canción.
Y entonces…sentí algo más.
Primero fue una vibración. Un llamado leve que no venía de fuera.
Era algo que surgía desde la pausa entre una nota sostenida con ternura y la siguiente. Desde el espacio en el que no buscaba nada.
Ese momento de quietud fue la verdadera puerta.
Como nos enseñó el lobo, la pausa sagrada abre el umbral.
Y por esa rendija invisible, llegó.
El dragón.
Lo sentí aterrizar a mi lado con presencia y elegancia.
Como un ritmo. Como una visión viva que tejía la realidad.
Era rojo. Brillante. Festivo.
Luego de saludarme, que es como la confirmación que sella la visón mutua.
Alzó en vuelo por encima del camino y de sus alas se liberaban pétalos de flores, papel picado, gotas de arcoíris.
Los árboles y la tierra lo reconocían. Yo también.
Sin pensarlo, me descubrí bailando por dentro.
Sentía que algo sagrado me envolvía sin pedir permiso.
El dragón volaba y bordaba el aire.
Me acompañaba desde la música.
Y luego, sin aviso, cambió: se volvió azul.
Entonces, su cuerpo comenzó a liberar estrellas.
Vi el cielo transformarse de celeste, blanco y dorado, a azul profundo y plateado.
Un tejido cósmico donde todo estaba unido.
Y su vuelo no solo cruzaba el cielo, lo hacía vibrar.
Cada estrella, cada soplo, cada memoria.
No sé si fue real o mágico. Tal vez ambas cosas.
Solo sé que sentí gratitud.
Y que en ese instante, me sentí parte.
Que mis pasos siembran flores invisibles.
Y que mis silencios, cuando me detengo a escuchar,
también pueden soltar estrellas.
馃悏 El Dragón en la cosmovisión natural y espiritual
El dragón es un símbolo ancestral que aparece en culturas de todos los continentes.
No pertenece a un solo lugar. Como yo, es nómade.
Y como el alma, vuela entre mundos.
馃尶 En la cosmovisión natural:
Representa la fuerza de la tierra en movimiento.
Es guardián de fuentes, volcanes, montañas, ríos subterráneos.
Allí donde aparece, algo cambia.
Trae fertilidad, fuego interno y transformación.
馃寣 En la cosmovisión espiritual:
Es un guía entre dimensiones, custodio del conocimiento antiguo.
Llega cuando estamos listas para recordar lo olvidado.
El dragón rojo está vinculado al fuego del corazón, al linaje espiritual encarnado.
El azul, al cielo profundo, al lenguaje del alma y la memoria estelar.
En mí apareció primero rojo, luego azul.
Como si dijera:
"Tu misión es unir la tierra con las estrellas."
El Dragón del Tejido Cósmico no sólo sobrevuela caminos:
los borda.
Y nos invita a bordar los nuestros.
Sin mapa. Pero con verdad.
馃攢 Cierre de la Primera Espiral
Así termina este primer ciclo.
Comenzó con el llamado del cuerpo, del ritmo, de la vida íntima.
Y se cierra con un dragón que danza entre mundos.
La pausa nos abrió la puerta.
El dragón la cruzó.
Y con su vuelo, nos dejó la llave:
La Tierra sostiene. El Agua fluye.
El viento canta. El fuego recuerda.
Ya se abre la próxima espiral.
Y este no era un final cualquiera. Era el paso 13, el número sagrado del dragón.
馃寵 Chronicles of the Star Nomad
Entry I: The Dragon of the Cosmic Weave
By Romina T. ~ Aurora P.
Most of the time, I feel like I don’t belong anywhere. And yet, there are days when I feel part of everything.
Days when the world becomes skin, when sounds stretch like threads, and shapes begin to breathe from within.
It was a gentle afternoon, with slow clouds drifting eastward. The air carried that mountain breeze that both clears and reveals. I was walking down the main street of my town, on my way to pick up Sarah. I had medicine music in my ears. I don’t remember the exact song, but the pulse was so alive it marked each step, as if teaching me to walk all over again. The hills rose and fell like emotions. Each climb reminded me that the body also holds, also sings.
There were unnamed flower scents floating in the air, butterflies and birds dancing in gentle spirals, curious cats at the windows, children on bicycles, elders with canes tapping out an ancient rhythm on the earth. Everything pulsed with an invisible tempo. And at last, I felt I was inside the song.
And then… I felt something else.
First it was a vibration. A soft call that didn’t come from outside.
It rose from the pause between one note held tenderly and the next. From that space where I was seeking nothing.
That moment of stillness was the true doorway.
As the wolf once taught us, the sacred pause opens the threshold.
And through that invisible crack, it arrived.
The dragon.
I felt it land beside me with presence and grace.
It came like a rhythm. Like a living vision weaving through reality.
It was red. Bright. Joyful.
After greeting me —a kind of seal confirming our shared vision— it soared above the path, releasing flower petals, confetti, drops of rainbow.
The trees and the earth recognized it. So did I.
Without thinking, I found myself dancing inside.
Something sacred wrapped around me without asking permission.
The dragon flew and embroidered the air.
It moved with the music.
And then, without warning, it changed: it became blue.
Its body began to release stars.
I watched the sky transform from pale blue, white, and gold into deep blue and silver.
A cosmic weave where everything was united.
And its flight didn’t merely cross the heavens —
it made them vibrate.
Every star, every breath, every memory.
I don’t know if it was real or magical. Perhaps both.
I only know I felt gratitude.
And in that instant, I felt part of it.
That my steps plant invisible flowers.
And that my silences, when I pause to truly listen,
can also release stars.
馃悏 The Dragon in Natural and Spiritual Cosmology
The dragon is an ancestral symbol found in cultures across the world.
It doesn’t belong to one place. Like you, it is nomadic.
And like the soul, it flies between worlds.
馃尶 In natural cosmology:
It represents the force of the earth in motion.
It is guardian of springs, volcanoes, mountains, and underground rivers.
Where it appears, something shifts.
It brings fertility, inner fire, and transformation.
馃寣 In spiritual cosmology:
It is a guide between dimensions, a keeper of ancient knowledge.
It appears when we are ready to remember what was once forgotten.
The red dragon is linked to the sacred fire of the heart, to embodied spiritual lineage.
The blue, to the starry sky, to the language of the soul and galactic memory.
In me, it appeared first red, then blue —
as if whispering:
“Your mission is to unite the earth with the stars.”
The Dragon of the Cosmic Weave doesn’t just fly over paths —
it embroiders them.
And it invites us to weave our own.
Without a map. But with truth.
馃攢 Closing of the First Spiral
This is how the first cycle ends.
It began with the call of the body, of rhythm, of inner life.
And it closes with a dragon dancing between worlds.
The pause opened the door.
The dragon crossed through.
And with its flight, it left us the key:
The Earth holds. The Water flows.
The Wind sings. The Fire remembers.
The next spiral is already opening.
And this, too, was not just any ending —
It was the 13th step,
the sacred number of the dragon.
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